jueves, 20 de diciembre de 2012

Me levanto muy temprano, a eso de las seis, preparo unos mates mientras el cielo comienza a amanecer. Preparo los textos a trabajar, a leer, a corregir. Vuelvo sobre ellos. Pongo algo de música. El heavy metal me carga las pilas, aunque en otras oportunidades necesito un Larralde, un Silvio Rodríguez, un León Gieco. Tal vez mi primera conciencia haya sido esa, la de aprender a escuchar música, la de meterme hasta el fondo para sacarle lo mejor a las canciones. Con la poesía, me pasa algo parecido. No creo que existan libros malos de poesía. De todos, siempre algo rescato. Nada tengo que ver con los estallidos de la vida.