lunes, 30 de noviembre de 2009

Aviso

Mañana, en la sección cultural del diario Tiempo Sur, saldrá una entrevista que me realizó Luis Ferrarassi.

Fragmentos de un diario

Domingo 1 de noviembre.

Todos hieren. Algún día aprenderé a compartir mi dolor con una voz humana.

Lunes 2 de noviembre.

Inevitable no pensar en términos poéticos. Debo aceptar mi propio karma.

Martes 3 de noviembre.

Hoy desperté y me dije: “No volveré a mencionar a la muerte en mis poemas”. Eso se llama valentía.

Miércoles 4 de noviembre.

¿Y cuándo esté muerto también tendré ganas de estar muerto?

Jueves 5 de noviembre.

Sentí el viento golpeando y volví a creer en el viento. El viento-dije.

Viernes 6 de noviembre.

Me interrogo minuto a minuto para poderme sacar la mufa de no poder escribir como deseo.

Sábado 7 de noviembre.

¿Cómo hacen los demás para soportar tanta muerte?

Domingo 8 de noviembre.

Trabajo esta idea: la experiencia del dolor es anterior a la soledad. El dolor es apertura.

Lunes 9 de noviembre.

Nada mejor que sentirse acompañado por uno mismo. Los grandes encuentros vienen solos.

Martes 10 de noviembre.

Nos dolemos demasiado. Ese es el motivo de mi devoción mística.

Miércoles 11 de noviembre.

Corrigiendo el Decálogo para no deprimirse en las fiestas, encontré de nuevo Más de cien mentiras, la canción de Sabina que siempre me levanta el ánimo. Y ahí me quedé. No volví sobre el texto.

Jueves 12 de noviembre.

Tardo años en comprender una palabra. De eso estoy muriendo, también.

Viernes 13 de noviembre.

Tuve que salir y sonreír porque me estaba encerrando en Cactus.

Sábado 14 de noviembre.

Alegría al recibir Últimos poemas de Olga Orozco. Lo leí en voz alta. Mi sentido musical es demasiado primitivo.

Domingo 15 de noviembre.

Mi excepción: sobrecargar una idea en dos versos para darle (darme) mayor contundencia al poema.

Lunes 16 de noviembre.

Aunque sea sólo un ejercicio, deberé volver a la rima. Es necesario tener límites.

Martes 17 de noviembre.

Dreamer de Ozzy es maravilloso. Nunca me alejaría de esa canción.

Miércoles 18 de noviembre.

Hay un minuto en el que siento cierto “asquito” por mis poemas. En ese momento comienza la Sanación. Boccanera lo llamaría “la maquinita de hacer versos”.

Jueves 19 de noviembre.

Quisiera volver a escribir poemas en prosa pero hoy no puedo alejarme de esta forma. La obsesión condiciona la expresión.

Viernes 20 de noviembre.

¿Por qué siempre cuando escucho a The Beatles me descubro en un videoclip rodeado de gente llorando y arrojando flores a un cajón?

Sábado 21 de noviembre.

Inevitable plantar lilas y no pensar en Ella.

Domingo 22 de noviembre.

Son las 10 de la noche. Tengo 30 años y aún no he escrito el Poema. No creo en la inspiración ni en la hoja en blanco. Eso que llaman talento no es más que exceso de trabajo.

Lunes 23 de noviembre.

Un hombre siempre debe mirar de frente aunque sepa que del otro lado del espejo hay sólo eso: un hombre mirando de frente.

Martes 24 de noviembre.

Trabajo esta imagen: un niño perdido en un cementerio. Una palabra como un niño perdido en un cementerio.

Miércoles 25 de noviembre.

¿De dónde viene esta tristeza?, ¿en qué siglo se apoderó de mí?

Jueves 26 de noviembre.

Después de mucho tiempo, salí a caminar. Sentí una extraña alegría al ver todo como si fuera la primera vez. Hacía mucho tiempo que no mencionaba esta palabra: alegría.

Viernes 27 de noviembre.

Nada más ajeno a mi propia abstracción que los últimos poemas traducidos.

Sábado 28 de noviembre.

Las palabras siguen allí, sobre la mesa. Todo lo que se diga sobre ellas será sombra.

Domingo 29 de noviembre.

El miedo es una larga caravana por donde pasa un jorobado junto a su cadáver sonriente.

Lunes 30 de noviembre.

Sólo la muerte restaura cada cosa en su lugar.

viernes, 20 de noviembre de 2009

TRANSFIGURACIÓN

He llorado.
Yo iba presto con mis agujas y mis lanzas, mis microscopios y mis mapas, mis picaportes y mi cohetería, mis palas y mis lápices, mis lupas y megáfonos, yo iba presto a auscultar esta poesía, a deshuesarla corriéndole la carne a los costados para verle la luz, el fulgor que se trasluce en la piel de estos poemas. Y salí conmovido. Esta poesía me transformó en lector maravillado.
Me he sumido en arduas reflexiones, preguntándome qué pudo haber sucedido. Y me dije: “Se ha producido la transfiguración”. La transfiguración que cada poeta debe ir haciendo consigo mismo para ir al ritmo de la Poesía, y que, en este caso, con Jorge, viene acelerándose.
Cuando ambos auscultamos sus antiguos versos, habíamos descubierto un tono de intimidad, de confesión con el lector, pero esa intimidad quedaba, casi siempre, a medio camino, ya que esa confesión era tapada, encriptada, encapsulada en cada poema, por timidez o miedo, por muchos años de estar produciendo en soledad, tal vez, inseguro de sí mismo, sin lectores que reciban el canto, el mensaje, recorriendo el territorio a ciegas, sin la luz momentánea que proporciona una edición. Casi todo poema resultaba en enigmática adivinanza, de lenguaje pulido, elegante y bien trabajado sí, pero cuyo significado sólo el poeta conocía: adivinanzas para sí mismo. Y el lector podía quedar impávido ante estas perfectas flores que no se terminaban de abrir a la vida. Pero ahora esos botones flor son más deslumbrantes que antes y están tan abiertos como una mujer desplegando sus alas para dar el hijo.
En esta transfiguración exitosa hay valentía. El poeta se sabe monje-instrumento de la obra. Si el poeta es ineficaz no crece y no permite el ascenso de la Poesía que lo habita a superficie, tiene taras y éstas entorpecen su galope y el fulgor de sus cantares, y sus alabanzas y navajas están dichas entre dientes o desafiladas. Entonces el poeta, que odia los espejos —río de aguas puras siempre desigual, porque muestra formas transitorias— se mira y ve las fealdades, los terrores y se yergue y se levanta y se extrae las miserias como si de veneno en las heridas se tratase, y se mejora para volverse canto, un canto que abre esas flores nocturnas al ancho, peligroso y deslumbrante mundo.
Ya no hay más enigmas que dejen su significado a mitad de camino. Ahora, usando la palabra exacta, el pájaro en su canto nos habla de la fragilidad del pájaro, antes que llegue el alba del día perpetuamente prometido. Ahora hay poesía. Y todos, poeta, poema, lector y mundo son el mismísimo signo de pregunta, el signo que subyace en todos y en cada uno de los días.


Carlos Besoaín

viernes, 13 de noviembre de 2009

Avda Roca al 300
(A pasitos de Los Vascos)

lunes, 9 de noviembre de 2009