jueves, 11 de noviembre de 2010

Ordenado y eliminando cositas de mi computadora, me encontré con estas reflexiones que tienen un par de años (sólo un par). Me pareció interesante para compartirlo con mis queridos blogueros.

* Escribo desde el olvido, el mío.

* Mi forma de trabajo ha ido variando con el tiempo. Antes, al principio, era más pasional: no dejaba descansar al texto. Lo subestimaba. Hoy no trabajo así. Centro mucho mi atención en el proceso de corrección. Mis planes han ido variando. Hoy pienso a larga distancia.

* Es posible que la poesía sea en mí una forma de estar junto a mis ausentes. Una forma de comunión con mis antiguos silencios. De ahí mi obsesión y mi búsqueda incontrolable de la perfección. El silencio es posible, sólo a través de las palabras.

* Por lo general, antes que las imágenes llegan las palabras.

* Puede que esté trabajando en más de un libro sin darme cuenta.

* Disfruto mucho escribir en mi blog. Disfruto cumplir con el ritual de salir de casa e ir un rato al ciber. Esas cuadras previas son mi gran satisfacción: no sé qué me va a esperar. Por otro lado, no descarto la posibilidad de dejar de escribirlo. Todo debe tener un final. No me va la onda pendeviejo.

* Cuando creo haber terminado un poema, me gusta encerrarme y leerme en voz alta. Me gusta oír el ruido de las palabras tropezando con el cielo del techo. Una al lado de la otra. Esos golpes me señalan la duda o la certeza. Música.

* Al principio me gustaba la noche para escribir. Ahora que estoy más viejito, disfruto de las tardes.

* Al momento de escribir elijo lápiz y papel. La computadora es otra cosa. Es como hacer el amor solo.

* Siempre me consideré un pobre infeliz. No para hacerme el víctima sino por propia voluntad de no poder ser feliz.

* No creo en el talento. No creo en la inspiración. Creo en mi poesía.