lunes, 19 de mayo de 2014

En el 2007 fui invitado a participar de la Feria Internacional del Libro, en representación de la provincia de Santa Cruz. Lo primero que pensé, cuando recibí la noticia, fue en tres lugares que quería conocer en los dos días que iba a estar en Capital: el Monumental, la Plaza de Mayo y el lugar donde vivió sus últimos años Alejandra Pizarnik, el departamento de la calle Montevideo.

Recuerdo que partimos a las 11hs y a las 14.30 hs, estábamos en Aeroparque. Descansamos un rato y, en colectivo, fuimos al barrio de Núñez. Nunca me voy a olvidar de esa tarde, de esa primera impresión que suelen dejar los recuerdos. Parecía un nene, yendo y viniendo, tomando fotos por todos lados. La ciudad era inmensa y no conocía a nadie, eran todos rostros nuevos. Se ve más grande que en El Gráfico - fue lo primero que pensé al llegar al estadio. Compré unos regalitos para mis sobrinos en Rivermanía y luego, nos quedamos un rato en una plaza. En una plaza de Núñez, claro. Era mucho para tan pocas horas. Era como un sueño, el sueño del pibe.

Ayer, después de seis años, volvimos a salir campeones y disfruté tanto como en aquella tarde o como cuando jugaba todo el día a la pelota.
Ni bien terminó el partido llamé a mi sobrino-ahijado y su voz, entrecortada de la emoción, me terminó de quebrar. No era para menos; juntos habíamos sufrido el descenso. Nos dijimos cosas bellísimas, palabras que sólo dos hinchas de fútbol las pueden comprender. Creo que hay sentimientos que, de verdad, son inexplicables. Y gracias, Millo, por otra alegría.