viernes, 28 de octubre de 2022



Hoy cumplo un año de pedaleada, una de las actividades más lindas y placenteras que descubrí en mi vida de adulto. Recuerdo el primer recorrido y el motivo también. No solo me da alegría los 16 kilos menos, sino haberlo sostenido en el tiempo, a pesar del clima adverso que hay en esta parte del mundo. He pedaleado contra viento y marea. He pedaleado en el invierno, con nieve y escarcha. No es verdad eso de que las bicicletas son para el verano.
Y claro, ya tuve mi primera y gran caída (y espero que sea la última, toco madera). No me la olvido más: quise cambiar el tema que iba escuchando (Oncemil de Abel Pintos), hice un mal movimiento, la bici se fue para el cordón, golpeó y me di un golpe que me duró unos cuantos días. Volví a casa con bici en mano y los frenos rotos. Partido en once mil pedazos, así quedé esa tarde de sábado nublado en la costanera. Justo a mí, que hasta ese momento era un metalero como los de antes.

Ahora abro las puertas del amor, te tomo de la mano y salimos a pedalear, aquí o allá. Esa es la cuestión.

NOTA. La foto que elegí para este posteo es la que tomé en el cartel del viento. Suelo hacer un descanso de cinco minutos ahí. Elongo, tomo agua y respiro el viento fresco de cada día.