Después de mucho insistir, pude subir las rampas de los puentes de la autovía sin tener que hacer ese parate obligado. No fue una hazaña, pero sí una pequeña victoria: la de volver a confiar en el viento.
Celebro mis primeros cuatro años de pedaleadas. Lo que se hace por amor, perdura. Gracias siempre, Cabrita del viento.
https://www.youtube.com/watch?v=v2sRRZofpn0

