viernes, 6 de febrero de 2009

CINCO PALOMAS

El siguiente texto fue extraído de Un rato de relatos (relatosdearatos), antología del grupo literario Letras del Viento y pertenece a Cecilia Maldini. Para aquellos que quieran adquirir el libro, pueden visitar http://www.todopasa-ceci.blogspot.com/ y contactarse personalmente con la autora o dirigirse a la librería más próxima a su domicilio o …

Cinco palomas levantaron vuelo desde la torre de la vieja iglesia enclavada en el centro de la ciudad. Fueron ahuyentadas por el ruido de los disparos. Hasta ese momento quizás disfrutaban de una mañana gris como tantas que han visto pasar desde ese lugar privilegiado, asombrándose tal vez de la cantidad de gente que se congregaba en la avenida frente a la iglesia. Mucho ruido de bombos, gente que aplaudía y repetía una y otra vez los mismos cánticos:

- ¡Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura provincial...!

- ¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!

Un clima casi festivo se percibía entre los trabajadores municipales que ese día se habían reunido allí. La consigna era esperar a la columna de trabajadores proveniente del corralón, cruzando la ruta tres. Un trayecto de varios kilómetros, al que también se sumarían los camiones y la maquinaria pesada, como una manera de reforzar el reclamo. Al menos eso era lo que se decía por los pasillos. Habían salido de los corralones a las nueve y se estimaba que a las diez estarían reunidos con el resto, reclamando frente al Concejo Deliberante, que queda a una cuadra de la Intendencia. Luego, la idea era marchar juntos hasta Casa de Gobierno para apoyar el reclamo del Intendente relacionado con la suma correspondiente a la coparticipación de las regalías petroleras que por ley le corresponde a los municipios, lo cual permitiría hacer frente a los aumentos de sueldo que los trabajadores estaban reclamando. Todos los municipios del interior habían recibido esa suma, excepto el de Río Gallegos.

Las máquinas y los camiones no pudieron avanzar. Por la calle Urquiza apareció una columna de la policía provincial fuertemente armada y sin mediar palabra, empezaron a disparar balas de gomas y gases lacrimógenos sobre los manifestantes. Muchos heridos en el rostro, el cuerpo, los pies. Las ambulancias que llegaron a los pocos minutos en medio del caos y de los gritos furiosos de la gente. Nadie se fue para su casa, pese al olor picante y molesto del gas lacrimógeno y a la amenaza de ser alcanzado por algún balazo, todos nos quedamos. Alcancé a ver al Intendente que salió furioso y caminó por San Martín hacia Urquiza para interiorizarse de lo que pasaba. Luego entre la multitud, lo perdí de vista.
Periodistas conocidos en el medio corrían de un lado a otro, entrevistando a algunos heridos y a las autoridades. Una mujer caía desmayada y era trasladada por otros compañeros, otra lloraba su impotencia.

- ¡Estos hijos de puta... ¡ ¡No pueden ser tan hijos de puta, no le pueden pegar así a la gente!
¿Que no pueden? No sabes el esfuerzo que han hecho hasta hoy para contenerse. Pueden hacer esto y mucho más. Están armados y son muchísimos.

Pienso. Esto parece una guerra, los dos bandos están muy bien delineados.
De un lado la gente, los trabajadores. Del otro la policía, los gendarmes que ocupan las escuelas y casi todas las esquinas del centro de la ciudad.

Es raro. Vi a la gente herida por las balas de goma en el rostro, en las piernas, escuché sus gritos de dolor, sin embargo no me sentí tan impresionada como cuando vi las mismas imágenes por los noticieros. Es increíble lo que se acrecienta el valor de una imagen proyectada desde la pantalla.

Ustedes van a ser los primeros, luego van por la carpa me dijo asustada una amiga por celular. Andate de ahí. Se va a poner peligroso.
La carpa estaba instalada frente a la Casa de Gobierno. La habían puesto allí apoyando el reclamo docente que se extendía desde principios de marzo, sin arribar aún -diez de mayo- a ninguna solución. Luego se sumaron a su sostenimiento otros gremios como los de ATE, los judiciales y los municipales. Habían dado en llamarla la Carpa de la Dignidad.

Yo a mi amiga le creo, además el tono de su voz me sonó realmente preocupado. Por un momento sentí deseos de salir corriendo, sin embargo pudo más mi curiosidad y mi bronca. Me quedé en el centro de la ciudad escuchando el discurso del Intendente y de algunos dirigentes gremiales, al pie del mástil de Roca y San Martín, repudiando la injustificada represión.

La lluvia sutil pareció calmar los ánimos. También es raro. Siempre, casi en todas las marchas de protesta ha estado presente. Es una lluvia fina, sutil, casi acariciante. Las palabras del obispo fueron también un bálsamo que calmó la bronca de la gente, nos hizo desistir del intento de llegar hasta la Casa de Gobierno con el petitorio, aunque por momentos su voz sonó apagada entre el ruido de las sirenas de las ambulancias y los gritos de los manifestantes.

Volvimos a congregarnos frente a la Intendencia para reorganizar el reclamo. Las palomas huyeron a tiempo y no las vi regresar a la torre de la vieja capilla.