/
Extraño peregrinar.
Las hojas han construido la memoria,
han reconstruido los nombres
y todo lo que se dijo sobre los espejos
el viento lo sabía.
/
Ella
alguien que no vino
a la que amo todas las noches de mi vida
también está ausente porque alguien no vino
y no supo qué hacer con tanta tristeza.
/
Son ellos
los ausentes
quienes lo han perdido todo:
comparto su orfandad
pues la luz del primer canto ha caído.
/
jueves, 29 de julio de 2010
sábado, 24 de julio de 2010
Cantos contra la oscuridad
Cuando alguien muere, muere de verdad. Se libera de las rejas de los vivos y entra en la cárcel de los recuerdos. Los recuerdos mienten. Se puede recordar un olor pero no su color. No su gesto. Quiero decir: los poemas son muertos que nadie recuerda. Yo soy un poeta que aún cree en los muertos, en la vida.
martes, 20 de julio de 2010
Lore
Por estos días se debe estar cumpliendo otro aniversario del día que nos conocimos y siento que nunca voy a terminar de agradecerte todo lo que hiciste por mí. Sé que no te gustan estas cosas pero sé también que sabrás perdonar a este niño triste y fastidioso. Y no sigo porque si sigo me pondré a llorar. Mejor río y me pongo a escribirte muchos poemas. Poemas tan hermosos que sean capaz de invertir el orden de las cosas: ante todo el odio del mundo, el amor nuestro nacido en dolor.
EL VIDENTE
Un día de estos
un día cualquiera
ocultaré mi dolor
me acercaré al poema de tus sueños
dejaré de ser bueno
un día de estos
cualquier día.
**** ****
EL VIDENTE
Un día de estos
un día cualquiera
ocultaré mi dolor
me acercaré al poema de tus sueños
dejaré de ser bueno
un día de estos
cualquier día.
**** ****
sábado, 17 de julio de 2010
2 poemas
1.
Las primeras lluvias han vuelto
traen noticias
del ciego que busca un vaso
en el fondo de la música
del ciego
más solo en su sombra
en su sed
y en su propia duda.
2.
Sufrir
es ver una flor desesperada
abriéndose a la noche
naufragio perfecto
por donde pasa un jorobado junto a su cadáver
eso es sufrir
darle cuerpo al dolor
resucitarlo empujarlo soportarlo
para luego caer en el vértigo de las cosas
el vacío más atroz
sufrir es darle sentido a la vida.
Las primeras lluvias han vuelto
traen noticias
del ciego que busca un vaso
en el fondo de la música
del ciego
más solo en su sombra
en su sed
y en su propia duda.
2.
Sufrir
es ver una flor desesperada
abriéndose a la noche
naufragio perfecto
por donde pasa un jorobado junto a su cadáver
eso es sufrir
darle cuerpo al dolor
resucitarlo empujarlo soportarlo
para luego caer en el vértigo de las cosas
el vacío más atroz
sufrir es darle sentido a la vida.
domingo, 11 de julio de 2010
Punk
*
Todo lo que encierra no es la luz.
*
Es necesario cruzar el mar. Allí donde las formas fracasan y la nada nos contempla.
*
En medio de tantos suicidas la tentación no es posible.
*
Estamos solos ante la vida. Un instante maravilloso nos priva de la muerte.
*
Me alejo. Se retuercen mis ojos. Comienzo a curarme.
*
Al interior de la tormenta, nosotros.
*
Hemos inventado el juego de la violencia. En contra de ellos se dicen palabras.
*
Afuera llueve. Mi cuerpo es una metáfora. Ella es mi ausente. Agua oscura en mi silencio.
*
Hablo y me humillo. La noche desangra inocencia.
*
Descalzo voy y nada sé de la vida. Desde mi ventana veo pasar mi alma encendida.
*
Gracias a la mano que escribe. Desde sus ojos empiezo a mirarme.
*
Como cuando el silencio es posible y las palabras tiemblan.
*
El viento tiene el sonido del cielo. Pero es el viento.
*
Algo sé: sufrir es un sentimiento puramente religioso.
*
A nadie he admirado. Sólo el pájaro es luz de sí mismo.
*
Todo lo que encierra no es la luz.
*
Es necesario cruzar el mar. Allí donde las formas fracasan y la nada nos contempla.
*
En medio de tantos suicidas la tentación no es posible.
*
Estamos solos ante la vida. Un instante maravilloso nos priva de la muerte.
*
Me alejo. Se retuercen mis ojos. Comienzo a curarme.
*
Al interior de la tormenta, nosotros.
*
Hemos inventado el juego de la violencia. En contra de ellos se dicen palabras.
*
Afuera llueve. Mi cuerpo es una metáfora. Ella es mi ausente. Agua oscura en mi silencio.
*
Hablo y me humillo. La noche desangra inocencia.
*
Descalzo voy y nada sé de la vida. Desde mi ventana veo pasar mi alma encendida.
*
Gracias a la mano que escribe. Desde sus ojos empiezo a mirarme.
*
Como cuando el silencio es posible y las palabras tiemblan.
*
El viento tiene el sonido del cielo. Pero es el viento.
*
Algo sé: sufrir es un sentimiento puramente religioso.
*
A nadie he admirado. Sólo el pájaro es luz de sí mismo.
*
Yo vengo a ofrecer mi corazón
Nota. Fotito de la presentación de mi libro, Plegarias del humo, en el marco de la 16ª Feria Provincial del Libro. Y un gracias totales a Luchito por haberme enviado dicha imagen a mi personal correo. Qué tul?!
Encuentro con Víctor Redondo por Carlos Besoaín
XVI Feria Provincial del Libro
En la noche desnuda del 1º de marzo, en el Círculo Policial, los poetas Víctor Redondo y Carlos Besoaín se encontraron degustando una cena en noche de confesiones. Al día siguiente, a partir de las 10 de la mañana, Redondo dictaría un taller de poesía para jóvenes y a la noche presidiría una mesa en la que el libro de poesía es material de resistencia.
Por Carlos Besoaín
Serían cerca de las ocho de la noche. Era el 1º de junio de 2010. Felipe Cervine, que comparte el trabajo literario en la Biblioteca Pública y Provincial Juan Hilarión Lenzi, me dijo: “Che, habría que pedir un baucher para que Víctor no coma solo”. Lo miré. Yo estaba muy cansado. Recuerdo que le hice caras. “¿No querés ir vos?”. “Sabés lo que pasa… estoy muy cansado… Estoy desde las nueve de la mañana”.
Hice muchas cosas. Luego, estuve con humor para ir a cenar con el poeta Víctor Redondo en el benemérito y entrañable Círculo Policial.
Pido el baucher a Lorena, mi jefa, y me lo da, después de hacerme un chiste.
Me siento a hablar con mi última cita de trabajo: el escritor Oscar Benard de El Chaltén, que dice: “Si tenés que ir a algún lugar, nosotros te acercamos. Después tenemos otras cosas que hacer”. Terminamos de hablar de una mesa de poetas que originalmente era la presentación de Víctor y que el autor y editor decidió compartir con Felipe Cervine, un poeta de apellido Solá, maestro de Benard, él y yo. Nos pusimos de acuerdo en que hicieran una gacetilla para difundir las actividades de este poeta cordobés, quien, como ya dije. Empaqué mis cosas y nos fuimos.
Quedamos, en la entrada del Círculo Policial, mientras Benard mantenía el motor encendido de su auto, que llevaríamos a ambos poetas, a la tardecita del día siguiente, a Punta Loyola, en la desembocadura del río Gallegos. Sitio mágico, donde confluyen varias fuerzas de la magia.
Antes, Felipe había llamado al poeta Jorge Curinao para que nos acompañase durante la cena. Yo sabía que Jorgito no iba a ir, pero abrigaba una tibia esperanza de equivocarme.
Abrí la primera puerta del restorán. Soñé con reunir, en una comida, a ambos poetas, pero no me permití seguir soñando. Abrí la segunda puerta y ahí estaba Víctor, entre las mesas, saludándome con la mano y dedicándome una sonrisa. Entonces pensé: “Qué bien hice en venir”.
Estaba tomando una cervecita. El ambiente era cálido a pesar que afuera corría una helada brisa nocturna. Lo saludé y me dispuse a sentarme. Me saqué el chaleco polar y luego la campera. Me senté. Ví que tenía pocos cigarrillos en su atado de Particulares, entonces saqué los míos dispuesto a convidar: durante la tarde yo había fumado de los suyos.
Me costó trabajo llamar al mozo. Parecía que nos habían olvidado. Como veníamos de la Feria del Libro tal vez nos despreciaban…
El mozo acudió a mi llamado. Era un muchacho de barbita tipo candado pero más pequeña, todo vestido de negro.
“¿Nos pueden servir el menú?”, le pregunté. “Sí”, contestó, “ahora les traigo”.
El bife a la criolla estaba exquisito. Envié mis felicitaciones al cocinero. “Se lo voy a decir”, me dijo, “se lo voy a decir ahora”. “La muerte diluye momentos como estos”, pensé.
Pedimos un vino de la casa y nos trajeron una botella de Los Haroldos.
“El vino hay que pagarlo”, dijo. “No te hagás problema”, le aseguró Víctor, y yo afirmé con un movimiento de cabeza.
Qué rica estaba la carne. Las papas. El moroncito. El mismo jugo desprendido de la carne.
Jorgito Curinao
“Che, ¿cómo es Jorge?”, preguntó Víctor a quemarropa.
Le dije que era tímido, educado, correcto, solidario y buen poeta. Le conté que un día apareció en el Taller a mostrarme su trabajo. “En los quince años que escribo nunca se lo mostré a nadie”.
Le dije a Víctor que cuando me trajo el laburo vi dos líneas muy marcadas en la producción: una, influenciada por Mario Benedetti, la otra, por Alejandra Pizarnik. Le dije a Víctor que le había recomendado a Jorge que eligiera la apretada tensión de los poemas que seguían la línea de la Pizarnik, y que del compendio tenía que salir un libro ganador de Selección Mi Primer Libro. Y así lo hicimos. Y fue seleccionado.
Víctor asentía. Me miraba con interés. Es un hombre que escucha, tal vez demasiado, y come extremadamente lento. Antes, poco después del mediodía, se había comido toda la porción de pastel de papas, que no le gustaba. “Es disciplinado y educado”, me dije.
Le conté que Jorge cuidaba a sus seres queridos y que había sufrido mucho. Le gustó mucho lo de de que cuidaba mucho a sus seres queridos… Le dije además que podía estar horas y horas, durante la noche, corrigiendo un breve poema; que era obsesivo como yo, “como nosotros”. Asintió con la cabeza. El poeta Víctor Redondo mostraba cada vez mayor interés. No hay que olvidarse que 24 horas después estaría presentando Plegarias del humo, el último libro del poeta-ángel Jorge Curinao, en la Sala Luis Villarreal, del Complejo Cultural de Santa Cruz, en la ciudad de Río Gallegos.
Estaba seguro que lo que le había contado le serviría de contexto para la lectura de estudio que haría de la obra y así ofrecer conceptos centrados en la charla.
Patagonia y poesía: patasía
Víctor me habló de Artola, en Río Negro; de Soledad Davis, en Chubut; de la extraña y exquisita poeta fueguina, Lazaroni. Me dijo que cierta vez, junto a Osvaldo Bayer, estuvieron en un serio aprieto: un malón de estudiantes adormecidos los atacó en Comodoro y entonces tuvieron que actuar: debían darles una charla de poesía y literatura y qué hacemos: “no te preocupes”, le dijo Víctor al viejo consagrado, más sagrado que con: ¿alguna vez se dieron cuenta que el Indio Solari es uno de los mejores poetas del habla argentina?… “¡Y ahí nomás los desinteresados pibes se engancharon y fue un éxito!”.
Me dijo que tuvo el honor de reeditar las obras del viejo Asencio Abeijón… “Memorias de un carrero patagónico”, a lo que el editor y librero Mario Pazos, a quien hacía un par de segundos yo acaba de presentar, comentó: “Tremendo escritor…”.
Todo iba sucediéndose como una noche feliz plena de risa. De esas noches que no se pueden olvidar, aunque la materia de la alegría es fácilmente olvidable y sólo recordamos todo aquello que nos hace sufrir. “La memoria gusta del dolor”, pensé.
Trabajo
Víctor Redondo dijo que estaba terminando una novela, que era la continuidad de una primera y me consultó acerca de si acaso debía editar las dos en una. Le dije que sí, porque yo nunca leí la primera y “pagaría por tener las dos”. “A vos te las mando. Dejáte de joder”, me dijo.
Le gustó la idea de reeditar ambas en un solo volumen. “Si esto llega a suceder, quiere decir que he contribuido a cambiar la historia argentina”, me dije.
Víctor comentó que tiene la certeza de estar terminando un libro de poesía porque ya encontró el tono después de mucho garabatear.
Jorge Curinao me contó que Víctor escribe largo y es muy bueno.
Mujeres y chao
Hablamos de mujeres. Me dijo que su novia lo erotiza y yo le comenté que mi mujer me obnubila a no dar más. Se sonrió. Comentó que hay mujeres hermosas que son amargas y no sirven para nada. Asentí con la mirada. “Mozo”, dijo. “La cuenta”. Dejáte de joder, Víctor… Yo te ayudo”. Me asustó su mirada de ofendido y no quise decir más.
“Lo más lindo en las mujeres es que tengan humor”, pensamos al unísono.
“Bueno”, dijo Víctor, “mañana bien temprano hay que trabajar”.
Lo dejé en la calle Roca yéndose al Apart Hotel Austral, sobre esa misma vereda, derechito, hacia el sitio donde iba a descansar su infatigable cabeza de poeta, su corazón que se condolía con el aneurisma de Cerati, su memoria que lamentaba la vida desperdiciada de Héctor Libertella, sus ojos que nunca entendieron las aberraciones de la dictadura militar, su melena canosa que bailaba con la brisa helada de la noche, sus manos delgadas de hombre del intelecto, su bigote blanquecino mil veces peinado con las manos, su mirada de caballero, su cuerpo de delgado de editor de poesía.
Yo me perdí en la noche. Es algo que sé hacer.
http://bibliotecalenzi.com.ar/biblioteca/?p=123
.
En la noche desnuda del 1º de marzo, en el Círculo Policial, los poetas Víctor Redondo y Carlos Besoaín se encontraron degustando una cena en noche de confesiones. Al día siguiente, a partir de las 10 de la mañana, Redondo dictaría un taller de poesía para jóvenes y a la noche presidiría una mesa en la que el libro de poesía es material de resistencia.
Por Carlos Besoaín
Serían cerca de las ocho de la noche. Era el 1º de junio de 2010. Felipe Cervine, que comparte el trabajo literario en la Biblioteca Pública y Provincial Juan Hilarión Lenzi, me dijo: “Che, habría que pedir un baucher para que Víctor no coma solo”. Lo miré. Yo estaba muy cansado. Recuerdo que le hice caras. “¿No querés ir vos?”. “Sabés lo que pasa… estoy muy cansado… Estoy desde las nueve de la mañana”.
Hice muchas cosas. Luego, estuve con humor para ir a cenar con el poeta Víctor Redondo en el benemérito y entrañable Círculo Policial.
Pido el baucher a Lorena, mi jefa, y me lo da, después de hacerme un chiste.
Me siento a hablar con mi última cita de trabajo: el escritor Oscar Benard de El Chaltén, que dice: “Si tenés que ir a algún lugar, nosotros te acercamos. Después tenemos otras cosas que hacer”. Terminamos de hablar de una mesa de poetas que originalmente era la presentación de Víctor y que el autor y editor decidió compartir con Felipe Cervine, un poeta de apellido Solá, maestro de Benard, él y yo. Nos pusimos de acuerdo en que hicieran una gacetilla para difundir las actividades de este poeta cordobés, quien, como ya dije. Empaqué mis cosas y nos fuimos.
Quedamos, en la entrada del Círculo Policial, mientras Benard mantenía el motor encendido de su auto, que llevaríamos a ambos poetas, a la tardecita del día siguiente, a Punta Loyola, en la desembocadura del río Gallegos. Sitio mágico, donde confluyen varias fuerzas de la magia.
Antes, Felipe había llamado al poeta Jorge Curinao para que nos acompañase durante la cena. Yo sabía que Jorgito no iba a ir, pero abrigaba una tibia esperanza de equivocarme.
Abrí la primera puerta del restorán. Soñé con reunir, en una comida, a ambos poetas, pero no me permití seguir soñando. Abrí la segunda puerta y ahí estaba Víctor, entre las mesas, saludándome con la mano y dedicándome una sonrisa. Entonces pensé: “Qué bien hice en venir”.
Estaba tomando una cervecita. El ambiente era cálido a pesar que afuera corría una helada brisa nocturna. Lo saludé y me dispuse a sentarme. Me saqué el chaleco polar y luego la campera. Me senté. Ví que tenía pocos cigarrillos en su atado de Particulares, entonces saqué los míos dispuesto a convidar: durante la tarde yo había fumado de los suyos.
Me costó trabajo llamar al mozo. Parecía que nos habían olvidado. Como veníamos de la Feria del Libro tal vez nos despreciaban…
El mozo acudió a mi llamado. Era un muchacho de barbita tipo candado pero más pequeña, todo vestido de negro.
“¿Nos pueden servir el menú?”, le pregunté. “Sí”, contestó, “ahora les traigo”.
El bife a la criolla estaba exquisito. Envié mis felicitaciones al cocinero. “Se lo voy a decir”, me dijo, “se lo voy a decir ahora”. “La muerte diluye momentos como estos”, pensé.
Pedimos un vino de la casa y nos trajeron una botella de Los Haroldos.
“El vino hay que pagarlo”, dijo. “No te hagás problema”, le aseguró Víctor, y yo afirmé con un movimiento de cabeza.
Qué rica estaba la carne. Las papas. El moroncito. El mismo jugo desprendido de la carne.
Jorgito Curinao
“Che, ¿cómo es Jorge?”, preguntó Víctor a quemarropa.
Le dije que era tímido, educado, correcto, solidario y buen poeta. Le conté que un día apareció en el Taller a mostrarme su trabajo. “En los quince años que escribo nunca se lo mostré a nadie”.
Le dije a Víctor que cuando me trajo el laburo vi dos líneas muy marcadas en la producción: una, influenciada por Mario Benedetti, la otra, por Alejandra Pizarnik. Le dije a Víctor que le había recomendado a Jorge que eligiera la apretada tensión de los poemas que seguían la línea de la Pizarnik, y que del compendio tenía que salir un libro ganador de Selección Mi Primer Libro. Y así lo hicimos. Y fue seleccionado.
Víctor asentía. Me miraba con interés. Es un hombre que escucha, tal vez demasiado, y come extremadamente lento. Antes, poco después del mediodía, se había comido toda la porción de pastel de papas, que no le gustaba. “Es disciplinado y educado”, me dije.
Le conté que Jorge cuidaba a sus seres queridos y que había sufrido mucho. Le gustó mucho lo de de que cuidaba mucho a sus seres queridos… Le dije además que podía estar horas y horas, durante la noche, corrigiendo un breve poema; que era obsesivo como yo, “como nosotros”. Asintió con la cabeza. El poeta Víctor Redondo mostraba cada vez mayor interés. No hay que olvidarse que 24 horas después estaría presentando Plegarias del humo, el último libro del poeta-ángel Jorge Curinao, en la Sala Luis Villarreal, del Complejo Cultural de Santa Cruz, en la ciudad de Río Gallegos.
Estaba seguro que lo que le había contado le serviría de contexto para la lectura de estudio que haría de la obra y así ofrecer conceptos centrados en la charla.
Patagonia y poesía: patasía
Víctor me habló de Artola, en Río Negro; de Soledad Davis, en Chubut; de la extraña y exquisita poeta fueguina, Lazaroni. Me dijo que cierta vez, junto a Osvaldo Bayer, estuvieron en un serio aprieto: un malón de estudiantes adormecidos los atacó en Comodoro y entonces tuvieron que actuar: debían darles una charla de poesía y literatura y qué hacemos: “no te preocupes”, le dijo Víctor al viejo consagrado, más sagrado que con: ¿alguna vez se dieron cuenta que el Indio Solari es uno de los mejores poetas del habla argentina?… “¡Y ahí nomás los desinteresados pibes se engancharon y fue un éxito!”.
Me dijo que tuvo el honor de reeditar las obras del viejo Asencio Abeijón… “Memorias de un carrero patagónico”, a lo que el editor y librero Mario Pazos, a quien hacía un par de segundos yo acaba de presentar, comentó: “Tremendo escritor…”.
Todo iba sucediéndose como una noche feliz plena de risa. De esas noches que no se pueden olvidar, aunque la materia de la alegría es fácilmente olvidable y sólo recordamos todo aquello que nos hace sufrir. “La memoria gusta del dolor”, pensé.
Trabajo
Víctor Redondo dijo que estaba terminando una novela, que era la continuidad de una primera y me consultó acerca de si acaso debía editar las dos en una. Le dije que sí, porque yo nunca leí la primera y “pagaría por tener las dos”. “A vos te las mando. Dejáte de joder”, me dijo.
Le gustó la idea de reeditar ambas en un solo volumen. “Si esto llega a suceder, quiere decir que he contribuido a cambiar la historia argentina”, me dije.
Víctor comentó que tiene la certeza de estar terminando un libro de poesía porque ya encontró el tono después de mucho garabatear.
Jorge Curinao me contó que Víctor escribe largo y es muy bueno.
Mujeres y chao
Hablamos de mujeres. Me dijo que su novia lo erotiza y yo le comenté que mi mujer me obnubila a no dar más. Se sonrió. Comentó que hay mujeres hermosas que son amargas y no sirven para nada. Asentí con la mirada. “Mozo”, dijo. “La cuenta”. Dejáte de joder, Víctor… Yo te ayudo”. Me asustó su mirada de ofendido y no quise decir más.
“Lo más lindo en las mujeres es que tengan humor”, pensamos al unísono.
“Bueno”, dijo Víctor, “mañana bien temprano hay que trabajar”.
Lo dejé en la calle Roca yéndose al Apart Hotel Austral, sobre esa misma vereda, derechito, hacia el sitio donde iba a descansar su infatigable cabeza de poeta, su corazón que se condolía con el aneurisma de Cerati, su memoria que lamentaba la vida desperdiciada de Héctor Libertella, sus ojos que nunca entendieron las aberraciones de la dictadura militar, su melena canosa que bailaba con la brisa helada de la noche, sus manos delgadas de hombre del intelecto, su bigote blanquecino mil veces peinado con las manos, su mirada de caballero, su cuerpo de delgado de editor de poesía.
Yo me perdí en la noche. Es algo que sé hacer.
http://bibliotecalenzi.com.ar/biblioteca/?p=123
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viernes, 9 de julio de 2010
Postales del territorio
El miércoles pasado se inauguró en el Complejo Cultural (José Ingenieros 60) la muestra “Postales del territorio: Las poblaciones del territorio nacional de Santa Cruz en la primera mitad del siglo XX". Dicha muestra incluye un poema de mi autoría. O sea yo. Click!
jueves, 8 de julio de 2010
Relax
Hoy me levanté optimista. Revisé mis últimos textos y traté de ser objetivo. El tiempo me ha vuelto menos obsesivo. A los 20 me encerraba y hasta que no encontraba las palabras precisas, no salía al mundo exterior.
Ahora sé un poquito más. Un poquito.
A veces, cuando el poema no es lo que deseo, lo dejo, espero y a los pocos días, vuelvo a trabajarlo. También hay algo que antes no me pasaba con frecuencia: recordar los poemas de memoria. Eso me está sirviendo para ir trabajándolo en cualquier parte y a cualquier hora. Es una sensación muy extraña y a la vez, maravillosa. Tan hermosa es la situación que quisiera que durara una eternidad.
Ahora sé un poquito más. Un poquito.
A veces, cuando el poema no es lo que deseo, lo dejo, espero y a los pocos días, vuelvo a trabajarlo. También hay algo que antes no me pasaba con frecuencia: recordar los poemas de memoria. Eso me está sirviendo para ir trabajándolo en cualquier parte y a cualquier hora. Es una sensación muy extraña y a la vez, maravillosa. Tan hermosa es la situación que quisiera que durara una eternidad.
domingo, 4 de julio de 2010
Adiós Mundial
Se acabó el sueño mundialista. Alemania nos pintó la cara y nos hizo cuatro. No era chamuyo.
A pesar de todo y de todos, yo banco al Diego a muerte. Es mi deseo que siga conduciendo los destinos de la Selección y que ganemos la Copa América del próximo año. A esta altura, me conformo con eso.
El problema del fútbol argentino va más allá de lo estrictamente futbolístico. El problema del fútbol es de orden estructural. Un ejemplo: los jugadores se van a Europa cada vez más jóvenes, sin tiempo previo de maduración. Conclusión: el mercado hace su negocio y nosotros, nos quedamos pagando. Nos quedamos con las ganas de ver y desarrollarse a jugadores de calidad. Así, lentamente, vamos perdiendo identidad de juego.
La llamada “crisis de talento” no es más que un fiel reflejo de nuestro fútbol.
Ya lo había advertido la brujita Verón, a poco de lograr la clasificación al Mundial: “Hay cosas que tienen que cambiar”. Y nada cambió.
Al final, el pulpo tenía razón.
A pesar de todo y de todos, yo banco al Diego a muerte. Es mi deseo que siga conduciendo los destinos de la Selección y que ganemos la Copa América del próximo año. A esta altura, me conformo con eso.
El problema del fútbol argentino va más allá de lo estrictamente futbolístico. El problema del fútbol es de orden estructural. Un ejemplo: los jugadores se van a Europa cada vez más jóvenes, sin tiempo previo de maduración. Conclusión: el mercado hace su negocio y nosotros, nos quedamos pagando. Nos quedamos con las ganas de ver y desarrollarse a jugadores de calidad. Así, lentamente, vamos perdiendo identidad de juego.
La llamada “crisis de talento” no es más que un fiel reflejo de nuestro fútbol.
Ya lo había advertido la brujita Verón, a poco de lograr la clasificación al Mundial: “Hay cosas que tienen que cambiar”. Y nada cambió.
Al final, el pulpo tenía razón.
jueves, 1 de julio de 2010
Breve poemario anti-Cactus
a Sebastián Tresguerres
Yo me sufro de ellos
entonces se alejan
y yo me muero de ellos
entonces me alejan
luego van a sus casas y abren la heladera
y están solos
están fríos
están fritos
no saben mirar
no saben preguntarse
y dicen nada cuando deberían decir jamás
entran a la habitación
y a oscuras tienen miedo
no aprendieron a quedarse solos
(no hay espejos en el encierro)
y no tienen fe
encienden el televisor:
baila la muerte en el reino de los cielos
y yo me río me lloro
juego con mi cadáver
me recito poemas:
mi alma de barro no será tu panfleto
soy mi gran abismo
mi gran insomnio
aún no has vivido
aún no has muerto.
*****
Yo no tengo amigos porque todos traicionan. Yo sólo tengo amores platónicos.
*****
Siempre
del otro lado del río
alguien canta
y cubre de cenizas mi última sonrisa.
*****
Nos perdimos en el sueño
en el aullido de un amor mal nacido.
Pero la noche insiste.
*****
A la que pudo ser.
A la que puede ser.
A la que nunca fue.
Alas.
*****
Hay un pájaro
que sueña con una ventana abierta.
Así estoy muriendo
en lo recién nacido
en la voz que aún no sucede.
*****
Me esfuerzo en mi llanto para que el silencio pese menos. Miedo sin palabras. Vacío.
*****
Y fue así que mi deseo
en el gran hastío del invierno
nos alejó de la antigua alegría.
Oh el dulce letargo de lo imposible
poblado de visiones.
*****
Allá lejos
para significar tanta ausencia
la noche mendiga sus frutos.
*****
Alzo mis sueños. La noche me encierra. La noche es mi sed.
Las palabras son mi sed. Duermo abrazadas a ellas. Escribo contra el olvido.
Me oculto del mundo para darle voz a mis manos. Recito toda mi furia en un instante.
¿Qué hicimos del don del pasado? Ningún pasado brilla como los rostros vejados. Mi memoria es la luz.
*****
Aún con las manos vacías
ella prefiere estar ahí
desnuda
muerta
fría
mi vida.
*****
¿Alguna vez fui?
*****
Nacido de mi antigua enfermedad
el poema abre el sentido del sinsentido.
Me habito.
*****
Como en el desierto
el alimento de mi luz
son estas voces que cantan
y diseñan los sueños.
*****
El bien común no existe. Las personas hacen las cosas por su propio bien. Y escribo sobre el dolor en dolor. Escribo sobre el dolor porque es lo que mejor conozco. ¿O debo escribir sobre la felicidad? ¿Debo ser optimista?
*****
Sólo el viento
la herida
con su piel de ratas en mis huesos
me arrastra entre los condenados
que nada pueden recordar sin gestos.
*****
¿Las ventanas siempre dan a la luz?
*****
Una muerte de lugar lejano
en la torre
es la medianoche que ya no existe
es el frío de los años que pesan
es el daño
el centro de un poema.
*****
Si camino por las calles
para no confundirme con el silencio
y adentro
lo otro
lo malo
crece como piedra sobre piedras
y me hieren
me deliran
me van a silenciar.
*****
Esta ha sido mi manera de amar al mundo:
andar solo
desnudo
así
tan lejos
la inocencia
visiones
no imágenes
siempre
el viento
y yo
cantando.
*****
Rojo pintado sobre estatuas obscenas
en la memoria de un animal que no duerme.
Es la noche siempre
creando espacios y formas tan extrañas
porque ya se ha luchado contra todo.
*****
Ya te miraste en el espejo
donde el miedo es una larga caravana
materia verbal sin lenguaje
sin soles ni relojes
sin miradas para recordar la belleza de antaño.
Ya te miraste en el espejo
cansada de pensar en la eternidad.
*****
Funde las palabras / ya lo has hecho /
otra vez / nos obligan / a quedarnos.
*****
Ahora
el mundo es un cementerio en llamas
en mi poema de agua.
Nadie tiene las llaves.
Sólo plegarias en las manos de un niño.
*****
Arderán las palabras
el mar fingirá frases
el miedo abrirá las dudas
y siempre una ventana cerrará mis ojos.
*****
Todo en mí tiene fecha de vencimiento. Mis proyectos son a corto plazo: un día, una vida. Escribo para mí. Escribo porque es lo que más me gusta del mundo. Porque yo quiero que nadie sufra. Pero el sufrimiento es inevitable. Todos nos vamos a morir.
*****
Tu llanto
todas las mañanas se viste de fantasma
allí está
atravesando las horas
galopando extranjero por las puertas
las estaciones
el verano
allí está tu llanto
mi karma y mi pan.
*****
A veces
varios segundos al día
siento cómo mi padre
- antes de ser mi padre -
insiste en sacarse fotos mirando el mar.
Mi padre es todo lo que no pude ser.
*****
Los que se hacen los vivos. Los muertos que aún no conozco.
*****
Y las pastillas ya nada pueden sanar
el futuro la humilla
vidrios rotos en el lugar de los sueños
el sol es un agujero negro en el cielo.
Ella duerme para no sufrir.
*****
No destella la luz.
El vacío se avecina.
Los cuerpos van creciendo. Por eso escribo.
*****
No puedo seguir
porque no hay enemigos.
¿Por qué no hay enemigos?
¿y quién vendrá cuando ya no esté en mí?
Hoy quisiera no tener que abrir los ojos.
*****
Mi dolor sin violencia. Mi pequeño dolor. Tan pequeño que sólo yo lo conozco.
*****
No en el sentido de las cosas,
es decir:
esa absurda manía de hablar con los espejos
mi otro yo me ha transformado en esto que soy
y lo peor
es que los otros no aparecen
y me hiero
me deliro
me hago silencio, llanto
piedra.
*****
¿Y quién fuera silvio rodríguez?
*****
El hombre acerca una silla
dice sus mortajas
(el secreto de los viejos vinos).
Un fragmento de mi risa sale de sus ojos.
*****
No espero lo que vendrá
sin embargo
lo inevitable
da cuenta de mi mayor fracaso
mi olvido
mis palabras en el barro
y yo tan del otro lado
que me confundo con ellas
pero ellas son plural
y mi primera persona del singular
no es yo
es el vacío de los siglos
mi conciencia herida.
*****
Mi cadáver también tendrá pocos lectores.
*****
Hay después del ruido, las miles de sombras que pueblan los días. Inauguro así, torpemente, la aventura de habitar este mundo. Sin dudas he nacido apresuradamente. Ando de prisa. Por eso las palabras me habitan, me desbordan. Mi obligación es dar cuenta de ello.
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Yo me sufro de ellos
entonces se alejan
y yo me muero de ellos
entonces me alejan
luego van a sus casas y abren la heladera
y están solos
están fríos
están fritos
no saben mirar
no saben preguntarse
y dicen nada cuando deberían decir jamás
entran a la habitación
y a oscuras tienen miedo
no aprendieron a quedarse solos
(no hay espejos en el encierro)
y no tienen fe
encienden el televisor:
baila la muerte en el reino de los cielos
y yo me río me lloro
juego con mi cadáver
me recito poemas:
mi alma de barro no será tu panfleto
soy mi gran abismo
mi gran insomnio
aún no has vivido
aún no has muerto.
*****
Yo no tengo amigos porque todos traicionan. Yo sólo tengo amores platónicos.
*****
Siempre
del otro lado del río
alguien canta
y cubre de cenizas mi última sonrisa.
*****
Nos perdimos en el sueño
en el aullido de un amor mal nacido.
Pero la noche insiste.
*****
A la que pudo ser.
A la que puede ser.
A la que nunca fue.
Alas.
*****
Hay un pájaro
que sueña con una ventana abierta.
Así estoy muriendo
en lo recién nacido
en la voz que aún no sucede.
*****
Me esfuerzo en mi llanto para que el silencio pese menos. Miedo sin palabras. Vacío.
*****
Y fue así que mi deseo
en el gran hastío del invierno
nos alejó de la antigua alegría.
Oh el dulce letargo de lo imposible
poblado de visiones.
*****
Allá lejos
para significar tanta ausencia
la noche mendiga sus frutos.
*****
Alzo mis sueños. La noche me encierra. La noche es mi sed.
Las palabras son mi sed. Duermo abrazadas a ellas. Escribo contra el olvido.
Me oculto del mundo para darle voz a mis manos. Recito toda mi furia en un instante.
¿Qué hicimos del don del pasado? Ningún pasado brilla como los rostros vejados. Mi memoria es la luz.
*****
Aún con las manos vacías
ella prefiere estar ahí
desnuda
muerta
fría
mi vida.
*****
¿Alguna vez fui?
*****
Nacido de mi antigua enfermedad
el poema abre el sentido del sinsentido.
Me habito.
*****
Como en el desierto
el alimento de mi luz
son estas voces que cantan
y diseñan los sueños.
*****
El bien común no existe. Las personas hacen las cosas por su propio bien. Y escribo sobre el dolor en dolor. Escribo sobre el dolor porque es lo que mejor conozco. ¿O debo escribir sobre la felicidad? ¿Debo ser optimista?
*****
Sólo el viento
la herida
con su piel de ratas en mis huesos
me arrastra entre los condenados
que nada pueden recordar sin gestos.
*****
¿Las ventanas siempre dan a la luz?
*****
Una muerte de lugar lejano
en la torre
es la medianoche que ya no existe
es el frío de los años que pesan
es el daño
el centro de un poema.
*****
Si camino por las calles
para no confundirme con el silencio
y adentro
lo otro
lo malo
crece como piedra sobre piedras
y me hieren
me deliran
me van a silenciar.
*****
Esta ha sido mi manera de amar al mundo:
andar solo
desnudo
así
tan lejos
la inocencia
visiones
no imágenes
siempre
el viento
y yo
cantando.
*****
Rojo pintado sobre estatuas obscenas
en la memoria de un animal que no duerme.
Es la noche siempre
creando espacios y formas tan extrañas
porque ya se ha luchado contra todo.
*****
Ya te miraste en el espejo
donde el miedo es una larga caravana
materia verbal sin lenguaje
sin soles ni relojes
sin miradas para recordar la belleza de antaño.
Ya te miraste en el espejo
cansada de pensar en la eternidad.
*****
Funde las palabras / ya lo has hecho /
otra vez / nos obligan / a quedarnos.
*****
Ahora
el mundo es un cementerio en llamas
en mi poema de agua.
Nadie tiene las llaves.
Sólo plegarias en las manos de un niño.
*****
Arderán las palabras
el mar fingirá frases
el miedo abrirá las dudas
y siempre una ventana cerrará mis ojos.
*****
Todo en mí tiene fecha de vencimiento. Mis proyectos son a corto plazo: un día, una vida. Escribo para mí. Escribo porque es lo que más me gusta del mundo. Porque yo quiero que nadie sufra. Pero el sufrimiento es inevitable. Todos nos vamos a morir.
*****
Tu llanto
todas las mañanas se viste de fantasma
allí está
atravesando las horas
galopando extranjero por las puertas
las estaciones
el verano
allí está tu llanto
mi karma y mi pan.
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A veces
varios segundos al día
siento cómo mi padre
- antes de ser mi padre -
insiste en sacarse fotos mirando el mar.
Mi padre es todo lo que no pude ser.
*****
Los que se hacen los vivos. Los muertos que aún no conozco.
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Y las pastillas ya nada pueden sanar
el futuro la humilla
vidrios rotos en el lugar de los sueños
el sol es un agujero negro en el cielo.
Ella duerme para no sufrir.
*****
No destella la luz.
El vacío se avecina.
Los cuerpos van creciendo. Por eso escribo.
*****
No puedo seguir
porque no hay enemigos.
¿Por qué no hay enemigos?
¿y quién vendrá cuando ya no esté en mí?
Hoy quisiera no tener que abrir los ojos.
*****
Mi dolor sin violencia. Mi pequeño dolor. Tan pequeño que sólo yo lo conozco.
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No en el sentido de las cosas,
es decir:
esa absurda manía de hablar con los espejos
mi otro yo me ha transformado en esto que soy
y lo peor
es que los otros no aparecen
y me hiero
me deliro
me hago silencio, llanto
piedra.
*****
¿Y quién fuera silvio rodríguez?
*****
El hombre acerca una silla
dice sus mortajas
(el secreto de los viejos vinos).
Un fragmento de mi risa sale de sus ojos.
*****
No espero lo que vendrá
sin embargo
lo inevitable
da cuenta de mi mayor fracaso
mi olvido
mis palabras en el barro
y yo tan del otro lado
que me confundo con ellas
pero ellas son plural
y mi primera persona del singular
no es yo
es el vacío de los siglos
mi conciencia herida.
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Mi cadáver también tendrá pocos lectores.
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Hay después del ruido, las miles de sombras que pueblan los días. Inauguro así, torpemente, la aventura de habitar este mundo. Sin dudas he nacido apresuradamente. Ando de prisa. Por eso las palabras me habitan, me desbordan. Mi obligación es dar cuenta de ello.
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