martes, 30 de junio de 2020

Poetas que amainan vientos


Sobre Gorriones en la noche, de Jorge Curinao


Un sábado de septiembre de 2008, mientras buceaba en una biblioteca familiar, alguien me alcanzó un libro. Me dijo “mirá, leé esto”. Abrí y busqué una página al azar. Leí

BAJO LOS PUENTES

Ahogarme en hábitos medievales,
bajo una carroza
dispar.

Qué hago tan solo
hablando con mi tercer silencio.[1]

El libro se llamaba Sábanas de viento, ganador del certamen “Mi primer libro” en 2006, y su autor era un tal Jorge Curinao, joven poeta riogalleguense a quien yo no conocía. Semanas después, sí, nos encontramos y charlamos sobre poesía y otras escrituras. Desde entonces, he seguido su trabajo como artista hasta su publicación más reciente, Gorriones de la noche (2020).

Los signos en la escritura de Jorge son la brevedad y la metáfora sobre lo cotidiano. A partir de esos ejes construye meticulosamente imágenes potentes que se van afinando más a medida que el poeta, con una delicada conciencia sobre su materia, las revisa una y otra vez hasta llegar al punto deseado. Escapa de los artificios retóricos porque entiende que la poesía es una de las tantas formas de la verdad. Dialoga con su pasado, lo interpela y lo desnuda sin condescendencias ni melancolías forzadas. A veces, los ojos que miran son los del niño asombrado ante la imprevisibilidad de la vida; otras, los del hombre que busca conjugar el tiempo en una línea incisiva. En cualquiera de los casos, la naturaleza de la escritura se cifra en la necesidad de convertir en pulso y papel lo inasible.

Gorriones de la noche[2], publicado por Remitente Patagonia a inicios de este año, es la síntesis de esta estética y al mismo tiempo el punto de llegada en el camino trazado por el poeta hacia la concisión, hacia la concentración de significaciones. Cuarenta poemas que proponen un viaje hacia la profundidad de la experiencia humana en clave de sencillez, en el que los sentidos trascienden la expresión y los versos se vuelven álamo, flor, mar, cielo. Un yo que se vuelve cuerpo y luego fragmento, una subjetividad que dialoga con la tradición poética más exquisita de nuestro continente, que asiste al espectáculo de la naturaleza humana y del amor como quien participa de un acto sagrado: todo ello sucede a medida que transitamos el derrotero propuesto por Curinao. Sobre la cabeza del poeta que mira y, al escribir, transforma, sobrevuelan como si fueran pájaros los signos del tiempo. O quizás sean pájaros; tal vez el poeta mismo acceda a esa metamorfosis y, consciente de su libertad, trascienda los límites de lo humano y lo terreno. En esta obra, la noche conjura la soledad y la convierte en recuerdos; el viento impulsa el movimiento creador y –cómplice- vuelve susurros los gritos, nidos las heridas. El mundo natural, de tan presente, se hace carne en el poema.

“A veces me toco el corazón para saber que soy yo y no los otros” (p.11)

“De mi corazón huyen pájaros que se estrellan contra su ventana” (p.16)

“Cambiar de lugar las palabras y el silencio. Arroparse con los sueños de una lámpara recién encendida. El que escribe amaina los vientos” (p. 34)

“Un hombre entra en la panadería y dice Qué vientito, eh, como queriendo decir Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!” (p. 41)

La poesía de Jorge Curinao construye puentes entre las experiencias individuales y las colectivas. Interpela nuestros sentidos y nuestra propia visión del mundo. Propone realidades que a veces, de tan crudas, desembocan en el silencio. Cautiva nuestra expectativa de lectores, porque cada nueva publicación es una promesa cumplida de calidad y de disfrute. Gorriones de la noche, en particular, nos lleva desde el primer momento a un lugar muy cálido: el arte de tapa representa ese primer trabajo del autor, el chico parapalos, que supo hacer poema la noche de humo y gritos del salón de bowling, en esa época en que los versos ya le latían en el pecho, al borde de la explosión. Cuenta él mismo que las paredes de ese lugar guardan no sólo los versos que escribía sobre ellas, sino también su llanto el día que, allí mismo, se enteró que Sábanas de viento había sido seleccionado para su publicación: “Y ahí me quedé, sentado en el piso, llorando, mientras miraba los nombres de otros parapalos, escritos en las paredes sucias. Los originales de Sábanas de viento están ahí, en esas paredes (…) Ese día, el destino me hizo un guiño, un hermoso guiño” .


Hoy, catorce años después de aquella llamada que marcó su vida para siempre, podemos asistir a la publicación de su sexto libro, que se suma además a las múltiples antologías, selecciones y sitios especiales que incluyen a este poeta como uno de los más representativos de Patagonia. Disfrutemos de ese decir tan singular con el que Jorge nos regala en cada nueva propuesta, seamos testigos cómplices de su manera de construir el mundo: la invitación está extendida.


Patricia Vega
Julio de 2020







[1] Curinao, Jorge; Sábanas de viento; Municipalidad de Río Gallegos, Programa “Mi primer libro”, Río Gallegos, 2006, p. 57
[2] Curinao Jorge; Gorriones de la noche; Remitente Patagonia; Trelew, 2020.

jueves, 25 de junio de 2020


Primera nevada del año en Río Gallegos,
Miércoles 24 de junio de 2020

viernes, 19 de junio de 2020

Sus ojos de arlequín, sus ojos de tristeza iluminando la noche, nuestra noche.

jueves, 18 de junio de 2020

Estoy más viejo, más tecno. No tan enroscado con dudas existenciales. Creo que todo lo que escribí valió la pena, al menos para mí.

miércoles, 17 de junio de 2020

No he perdido el optimismo ante el frío. Ayer, mientras deshielaba la canilla del rancho, me puse a cantar: "Cuando calienta el sol aquí en la playa".

martes, 16 de junio de 2020

Salir y convertir la escarcha, en ese disco de REM que nos partía la cabeza. Cosa de taurinos.

lunes, 15 de junio de 2020

La poesía hizo más linda mi vida, tan triste. Siento que siempre le escribí a la chica que se peinaba a lo Pizarnik, con la que una vez vimos caer la nieve, al salir de la escuela.