- Y cuando yo muera también seré querido.
- Ya lo creo. Los difuntos queman el silencio, el sentido de las cosas.
- Mi muerte estará allí abajo, junto a los condenados. A los inocentes.
- Nadie te obliga a mirarlos. Todos nos hieren con palabras filosas.
- Sucede que de tanto insistir me doy lástima. Mi temor es grande y aún no comprende tanta ausencia creciendo al borde de la noche.
- Te hieres porque estás ausente. No por tus ausentes.
- Yo quiero ser otro. No puedo más llorar. Mi sol siempre estará triste.
- Has vuelto a fracasar. No puedes escribir desde la tumba. Pues las tumbas fueron inventadas para el canto.
- ¿Y cómo sabes eso? Nadie sabe de mi dolor.
- Tu dolor, no. Pero ¿qué hay de tu miedo y de tus noches estranguladas?
- Es cierto. Abandoné mi cuerpo y ya no quiero regresar al sepulcro. Por más que lo intente, el dolor siempre irá adelante.
- Deberás aprender a quedarte solo, a comprender el vuelo de los pájaros. El poema te servirá de consuelo.