- ¿Y por qué lloras tanto? – preguntó él.
- ¿Y por qué me lo preguntas? – contestó ella.
- No sé – dijo él – será porque preguntar es una forma de estar ausente.
- Lloro para no preguntar – dijo ella.
Para hablar del viento / habrá que convencer a los álamos de su existencia.