lunes, 22 de agosto de 2011

Los poemas breves no admiten fallas. Cada palabra debe ser irremplazable. Debe estar amurada, no decorada. Por eso, el miedo de caer en lo absurdo es tan real. Porque lo humilde no tiene que ver con lo absurdo. Tiene que ver con un estado de contemplación del lenguaje. La experiencia del dolor es anterior a la soledad. El dolor es apertura.