miércoles, 14 de marzo de 2012


Cuando laburaba en la calle, cobrando estacionamiento, me la pasaba escribiendo en los talonarios, en los postes de luz, en los tachos de basura, en los paredones, en la nieve acumulada de los autos. Fueron cinco años así. Eran tantas las ganas de escribir que me olvidaba del ruido de los autos. A veces alguien me preguntaba qué hacía y yo le respondía cualquier cosa. Me daba vergüenza. También me da vergüenza ahora que lo recuerdo. A veces, saber callar es gratis.