Con la poesía intenta escaparle al naufragio, la oscuridad y al desencanto. En la Feria Provincial del Libro acaba de presentar Nadando, su cuarta publicación, con la que consolida un estilo de poema breve, con momentos de profunda belleza y sutilezas. Jorge Curinao respira poesía, para ella trabaja y por ella también brilla su luz…
Hace tres años, en este mismo espacio,
una conversación con Jorge Curinao, nos llevó a repasar aspectos de su vida y
de la pasión por la poesía. Por entonces, solamente había editado Sábanas de
viento (ganadora del certamen Mi Primer Libro), obra que ahora parece lejana en
el tiempo, teniendo en cuenta que acaba de editar su cuarto libro.
Aunque más allá de la cantidad, esos
tesoros ahora impresos han sido tomados por gente de diversos puntos del país
que ha podido leer y compartir alguno de sus poemas. Ha recibido muy buenas
críticas sobre su trabajo, y eso también vale la pena destacarlo.
Precisamente, dialogamos con Jorge para
saber qué ha ocurrido en todo este tiempo, conocer los detalles de su nuevo
libro o cómo se está llevando con sus antiguas obras. Esencialmente, sobre lo
que más le gusta hacer, que es escribir poesía, casi por una cuestión de
necesidad y urgencia.
CONVERSAN LAS PREGUNTAS
Iniciamos la conversación abordando lo
que fue la presentación de Nadando, que tuvo lugar en el marco de la Feria
Provincial del Libro. Allí (la noche del lunes 4 de junio), ante amigos,
compañeros de ruta y gente interesada en lo que hace, explicó cómo fue
concebida la obra, aunque además habló sobre aquello que hace a su vida como un
verdadero artesano de poemas.
- ¿Qué sensaciones
o sentimientos aún perduran de la presentación de Nadando?
Siempre es lindo presentar un libro. Es
el momento en el que uno abandona los poemas para que los lectores se apropien
de ellos, los enriquezcan desde sus propias lecturas. Me quedé con varias imágenes de aquella tarde. Ver a los amigos,
compartir con ellos un lindo momento donde la poesía y el canto fueron
protagonistas. Oír a una persona como Ana Redona leyendo mis poemas fue hermoso
o estar junto a Nelson Ceballos abriendo la velada con canciones de Silvio
Rodríguez y León Gieco fue muy especial.
Mi niño llora al caer la noche
y yo acuno su canción
de pronto
cierra sus ojos
y vuelve al sueño
y allí me quedo
en su canción
pues yo también soy un niño
que llora al caer la noche.
- Seguramente que
las presentaciones tienen puntos para destacar y otros que no hacen al asunto.
¿Qué remarcarías en este caso?
La participación del público. No siempre se tiene la
posibilidad de hablar sobre cómo uno construye sus textos. Las preguntas, el
ida y vuelta, las acotaciones fueron muy interesantes. Lo que dijo Patricia
Vega, por ejemplo, eso de que lo mejor que tiene la poesía es lo que insinúa,
lo que no está. Estuvo buenísimo. Hace tiempo ando con esa idea y no sabía cómo
explicarla.
- A pesar de sus
avatares y situaciones que pueden generar desencanto o incluso hasta
conflictos, ¿la Feria
Provincial del Libro es un espacio al que hay que bancar
antes que nada?
A la Feria
Provincial del Libro le tengo un gran cariño. No he faltado a
ninguna. Incluso, en algún momento, he tenido la oportunidad de participar
trabajando dos veces en la querida librería Aluén de libros usados y era estar
horas y horas metido en ese mundo. El libro, como objeto, tiene cosas
encantadoras. Y sí, hay que bancarla y tratar que crezca con cada
edición. Lo que deberían entender algunos funcionarios públicos es que la Feria o el Complejo Cultural
no es de un partido político. Es de todos o debiera ser así. Esa visión
sectaria y hasta pueblerina es la que no nos permite crecer como sociedad. Por
eso estoy agradecido a la Secretaria de Cultura, Ana Elisa Medina, por la
invitación y la predisposición al momento de organizar mi presentación.
NADANDO, LA OTRA CARA
A diferencia de los anteriores, podría
decirse que en este libro Jorge encontró un poco de luz. Aunque a sus otras
obras brillo no le faltaba, el autor advierte algunos cambios que seguramente
son consecuencia de la etapa de vida por la cual atraviesa.
- Si Nadando
hubiera sido escrita con lápices o acuarelas, ¿qué colores dirías que priman en
la obra?
Nadando propone un juego con el lector. Un juego de
colores intensos. Es un libro no tan oscuro como los anteriores y eso ya es un
paso adelante. Tal vez tenga que ver más con el primero que con los dos que
vinieron después. Hay crisis, claro, pero es porque uno está vivo. Le pasan
cosas. Hay grietas, claro, pero bien intencionadas.
- A diferencia de
los libros anteriores, en este caso prescindís de los títulos, ¿por qué?
Porque después de más de 15 años de trabajo con la
escritura, me di cuenta de eso. No porque no lo sabía, sino porque lo sentí,
incluso, hasta de manera orgánica. El poema llegó a tal tensión de ya no
necesitar títulos. Lo que ocurre con los poemas con títulos es que no te
permiten abrir más la polisemia de interpretación y esa felicidad, la de
encontrar algo nuevo en mis propios textos, fue única.
- ¿Tener en claro el
concepto del libro te permite trabajar más cómodo o al contrario?
Luego de escribir Cactus, el tercer libro, me había
planteado hacer un trabajo de poemas de un verso, esa forma exquisita de la
literatura pero llegó un momento en que no lo pude sostener. El libro estaba
escrito pero yo no me sentía cómodo con él. No estaba conforme. Esa forma, la de un verso, es muy compleja para
trabajarla porque se corre el riesgo de caer en el aforismo, en la sentencia,
en la máxima y no quería hacer un libro así. Quizás, con los años, con más
experiencia, pueda volver sobre él.
- Aunque
seguramente es difícil responder, ¿qué te dejó más conforme en esta obra?
-
Es un momento muy especial de mi vida, con algunos
cambios. Me sentí libre al momento de escribirlo y eso ya es motivo de
celebración. No hay urgencias, ni por publicar ni por mostrarme. Las cosas se
van dando por añadidura. Conforme, tal vez, nunca me sienta pero sí sé que hay
cuestiones que se han ido perfeccionando. El tiempo me ha vuelto más paciente
al momento de escribir. No me desespero, como cuando tenía 15 años y sentía que
no me dedicaba lo suficiente a la poesía. Todos los días aprendo algo nuevo con algún poeta de
cualquier parte del mundo. Al leer poemas de otros, voy configurando los
propios. Esa necesidad de escribir me llega, no como inspiración, sino como un
trabajo.
- Si pudieras
elegir uno, dos o tres poemas que resuman la idea o el concepto de Nadando,
cuáles elegirías (naturalmente tendrías que responder escribiéndolos)
Cada noche
las mismas tristezas
pueden ser de otros.
***
y yo acuno su canción
de pronto
cierra sus ojos
y vuelve al sueño
y allí me quedo
en su canción
pues yo también soy un niño
que llora al caer la noche.
***
El amor – dijo Lore –
al final destruye.
Desde aquel día
su llanto la amamanta.
- ¿Con este libro pensás que estás cerrando o comenzando una nueva etapa? ¿O realmente sentís que las cosas se mantienen iguales?
Es una sensación contradictoria. Los poemas breves no admiten fallas. Cada palabra debe ser irremplazable. Debe estar amurada, no decorada. Por eso, el miedo de caer en lo absurdo es tan real. Por un lado, siento que esa forma, la brevedad, ya está agotada, que no va a haber otro libro igual pero la poesía es tan maravillosa que, puede ser, que en un par de años, vuelva a insistir. Uno nunca sabe. No podría decirte que el año que viene, voy a hacer un determinado tipo de libro. Intuyo algunas cuestiones pero no podría afirmar nada. La monotonía también está no repetirse.
- Siempre decís que en tus obras hay cosas de Pizarnik y de Antonio Porchia, no obstante, tu sello va quedando impreso en tus poesías. ¿Qué podés comentarnos al respecto?
Son los poetas a los que siempre vuelvo. Son como mi centro. No pasa mucho tiempo en los cuales no vuelva a ellos. Al leer a Alejandra o al maestro Porchia uno se vuelve más humano, en todo sentido. Hablo de la humildad de saber acercarse, aprender, oír, leer. Basta con compararse con ellos para no comerse ningún viaje.
El amor – dijo Lore –
al final destruye.
Desde aquel día
su llanto la amamanta.
ESCAPANDOLE AL ABSURDO
Con el correr de los años, Jorge ha ido
logrando algo poco sencillo: ser conciso y breve en sus poemas, pero
manteniendo sutilezas, emociones y belleza. Una tarea a la cual pudo llegar
después de años de hurgar y trabajar textos propios precisamente con ese
propósito…
Es una sensación contradictoria. Los poemas breves no admiten fallas. Cada palabra debe ser irremplazable. Debe estar amurada, no decorada. Por eso, el miedo de caer en lo absurdo es tan real. Por un lado, siento que esa forma, la brevedad, ya está agotada, que no va a haber otro libro igual pero la poesía es tan maravillosa que, puede ser, que en un par de años, vuelva a insistir. Uno nunca sabe. No podría decirte que el año que viene, voy a hacer un determinado tipo de libro. Intuyo algunas cuestiones pero no podría afirmar nada. La monotonía también está no repetirse.
- Siempre decís que en tus obras hay cosas de Pizarnik y de Antonio Porchia, no obstante, tu sello va quedando impreso en tus poesías. ¿Qué podés comentarnos al respecto?
Son los poetas a los que siempre vuelvo. Son como mi centro. No pasa mucho tiempo en los cuales no vuelva a ellos. Al leer a Alejandra o al maestro Porchia uno se vuelve más humano, en todo sentido. Hablo de la humildad de saber acercarse, aprender, oír, leer. Basta con compararse con ellos para no comerse ningún viaje.
- ¿Cómo recibís la devolución de la gente acerca de tus poesías? ¿Te cuesta aceptar los elogios o recibir críticas?
La poesía tiene la capacidad de devolverle al poeta el doble de lo que uno le da. Es como mirarse a un espejo pero sentir que la devolución se magnifica. Soy de trabajar mucho con otros poetas. Sebastián Tresguerres es con el que hoy más relación tengo al momento de trabajar. Sé que lo que él me dice es así. No tengo mucho que discutir porque casi siempre tiene razón. Lo considero un amigo, alguien a quien aprecio mucho.
PROYECCIÓN. EN LOS DETALLES
Como decíamos anteriormente, muchas de sus obras han llegado a diversos lugares del país. Y en ese sentido, Jorge recibe con frecuencia comentarios de sus libros o poemas por mail. Toda esa energía le llena el alma, aunque intenta tomárselo con calma, ahuyentando egos que puedan llegar a perjudicar.
- Creo que todos tus libros de alguna manera han trascendido el plano de la provincia, ¿imaginas que con Nadando ocurrirá lo mismo?
No lo sé y no es algo que me quite el sueño, como tampoco lo es publicar en un editorial importante. No soy de esos. Soy de los que piensan que la poesía le va a llegar a quién le tenga que llegar, aunque esté en el lugar más recóndito del planeta. No soy de forzar las cosas. Sí me gusta regalar mis libros, andar con ellos en el bolso y dárselo a quien, pienso, le pueda interesar. Habrá quién se sirva de la literatura para sus propios intereses pero allá ellos. A cada quien su destino.
Todos los días agradezco tener salud para levantarme, ir a trabajar, estar con mis queridos, tener un tiempo para leer, para escribir. Mucho más no le puedo pedir a la vida. Lo que quería decir está en mis libros.
- Sólo por imaginarlo: ¿dónde te gustaría presentar un libro como Nadando? ¿Por qué?
Tengo la fantasía de hacer una presentación, con música incluida, en el comedor de la escuela 11, ahí en la calle Perito Moreno, en mi barrio, el barrio Gregores. Sería hermoso volver al lugar donde pasé 7 años de mi vida. Hay muchos recuerdos allí, gente que ya no está. Amo las calles de mi barrio, sus árboles, sus perros, sus esquinas, el eco de los niños que ya crecieron, el recuerdo de mi padre, de mi hermano. La belleza de las cosas simples.
- ¿Con el correr de los años te has vuelto más o menos detallista a la hora de trabajar tus poemas?
La poesía no se hace de temas, se hace de palabras. Para ello, dedico horas de estudio, de lectura al poema, a su forma, a los sentidos. Las palabras son como cuchillos, como animales. Tengo mucho respeto hacia ellas. Trabajarlas, moldearlas implica mucha concentración. Tener afinado todos los sentidos. Entre vida y poesía, me quedo con una vida poética, aun con sus dolores, aun con sus defectos, aun con todo lo malo de este mundo.
- ¿Qué implicaría en tu caso estar en los detalles –o ser detallista-? ¿Reescribís mucho o más bien la mecánica es simplificar?
Eso te lo va indicando el mismo texto. Por ejemplo, la poesía chilena, que es la que más me gusta, tiene esa cualidad de conjurar mi tristeza. La mecánica de ellos, si se puede llamar así, es genial. Parece que fuera su naturaleza, que le viene de los fondos de su historia. Vos los leés y sentís que no hay nada forzado, nada disfrazado. Que no te quieren vender humo.
Ojalá algún día pueda escribir así, sin temor a perderme en los hilos del lenguaje. En definitiva, cada uno es su lenguaje, su forma de sentir.
- Uno supone que de tanto leer tus trabajos, entre otras cosas, vas amigándote con algunas palabras pero a la vez enemistándote con otras. ¿Te ocurren esas cosas?
Lo que pasa es que las palabras nunca dicen lo que uno quiere decir con palabras. Por eso la insistencia. La escritura no es más que un intento. Hay palabras que nunca utilizaría en mis poemas. Lo sé. Hay otras que, en cambio, las utilizo con frecuencia, hasta con desmesura, buscándole otro sentido. Por ejemplo “viento”. Una palabra que muchas veces se toma como ejemplo para cuestionar a la literatura patagónica o regional. Hablo de la cuestión de los tópicos. La utilizo, por supuesto, pero no como circunstancia del clima, sino como herida que viene del mar. El viento nos recuerda que la soledad es cosa seria.
DE UN TIEMPO A ESTA PARTE
- Hace más de tres años hicimos la primera entrevista. En el medio, con la edición de Nadando, editaste tres libros. Sos un autor de los considerados “prolíficos” (risas). Mirándolo en retrospectiva, ¿cuál es tu análisis con relación a eso? Porque no es frecuente encontrar autores que editen tanto y en vos parece una obsesión a esta altura…
Mi obsesión pasa por escribir y por escribir bien, no por publicar. En todo caso, la publicación sería el pretexto ideal para ver a los amigos. Alguien, alguna vez, dijo que escribía para que sus amigos lo quieran más. A esta altura, me parece una afirmación totalmente hermosa, fuerte y a la que, obviamente, adhiero.
No sé si volveré a publicar pero sé que, hasta el último día de mi vida, voy a leer poesía, la voy a escribir. A mí me da mucha felicidad, mucho placer poder hacerlo. No podría vivir de otra manera. Quisiera siempre ser joven y que mi poesía también lo sea. Al fin y al cabo, la poesía es una forma de amar, de respirar y el amor es lo único que puede salvarnos.
- ¿Qué nos podrías decir con respecto a la presentación en Comodoro Rivadavia? Tengo entendido que participaste en una plaqueta literaria que se edita allí.
Sí. Peces del desierto es una plaqueta literaria que se distribuye por toda Patagonia. A Luciana y Jorge, los directores de la publicación, los conocí personalmente aquí, cuando vinieron a una Feria del Libro. Ellos ya habían leído algo de lo mío y al tiempo me invitaron a participar de la propuesta, junto a 3 poetas más. Me pidieron algunos textos y ellos hicieron la selección de lo que, luego, se publicó. Aquella tarde de la presentación, en la Asociación Portuguesa, fue emotiva, había mucha gente, más de cien personas. Allí también conocí a la escritora Graciela Cros que, luego, me invitó a participar en Una de poetas, una especie de biblioteca virtual de poesía que edita un diario de Bariloche. Otra gran satisfacción personal.
Y con el paso del tiempo, ese tipo de experiencias te van enriqueciendo aun más.
- Luego de ser seleccionado en Mi Primer Libro (2006), vinieron dos libros más: Plegarias del humo y Cactus. ¿Qué nos podría decir sobre ellos?
Plegarias es un libro al que vuelvo cada tanto. Hay una evolución evidente con respecto al primero. En Sábanas de viento hay mucho de principiante, algo enamorado de las “musas” pero hay buenos poemas también. Ahora, mirándolo a la distancia, tal vez no hubiese incluido algunos textos pero no me arrepiento porque así cómo estaba fue seleccionado, entre 16 trabajos, para ser impreso. Carlos Besoaín, a quien siempre le voy a estar agradecido, fue quién me marcó esa línea de trabajo: la brevedad. De él también las ilustraciones que lleva el libro.
Plegarias del humo, en cambio, es un libro donde se nota cierta madurez conceptual. Me llevó 3 años de trabajo. Es un libro oscuro, sí, pero necesitaba escribirlo para poder elaborar mis lutos.
Y Cactus, finalmente, es la reafirmación del estilo logrado en el anterior. No se diferencia demasiado de Plegarias del humo. Tiene, sí, una buena impresión, a diferencia de los anteriores que, por ahí, fueron un poco más limitadas. Ese libro, como Nadando, han sido impresos por Aurelio y su equipo de trabajo en La Plata. Y los diseños de los tres primeros libros pertenecen a Sergio Di Leo. En este último, Raúl Álvarez, ha sido el mentor de la portada, en base a una fotografía tomada por Apo Medina. A todos ellos, vaya mi agradecimiento.
EPILOGO
Para amenizar la nota, a modo de juego, decidimos inaugurar la sección “Complete la oración” (Ver aparte), un ejercicio pensado para divertirnos y en donde, de todos modos, apelamos a la inspiración de nuestro invitado.
Para amenizar la nota, a modo de juego, decidimos inaugurar la sección “Complete la oración” (Ver aparte), un ejercicio pensado para divertirnos y en donde, de todos modos, apelamos a la inspiración de nuestro invitado.
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COMPLETAR LA FRASE
Un
lugar donde siempre te gusta volver: La ría local pero cuando no hay voces
humanas.
Un
disco que siempre te va a gustar: The Wall (Pink Floyd)
Una
verdad engañosa: La estupidez humana es como un día de sol. Siempre quiere dar
la nota.
Una
mentira verdadera: Algún día, de tanto insistir, saldrán peces de colores.
Un
libro que ayude a soñar con los pies en la tierra: Voces (Antonio Porchia)
Una
frase que vale la pena recordar cuando despertamos: Sólo las flores caídas
saben que son flores.
EJERCICIOS
Si
nadar fuera un ejercicio (….completar la oración…) y si esto fuera todo, no
seríamos nada.
Si
los labios del mundo (….completar la oración…) fueran la consigna, las comillas
estarían de más.
La
última guerra que iniciamos (….completar la oración…) tenía que ver con las
manos. Ahora las manos tienen memoria.
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Al fin y al cabo, para Jorge, la noche insiste…
Nota. Entrevista realizada por Claudio Álvarez para el suplemento Habladurías del diario La Opinión Austral (09/06/12)