Cada noche era un
infierno. No veía la hora de llegar a casa, lavarme las manos con detergente
para sacarme las marcas de las bochas, rezar y acostarme a dormir. Horas, días,
meses y años de un trabajo nocturno que me enseñó muchas cosas. Fue una experiencia única, por eso no quisiera repetirla. Toco madera.