jueves, 13 de diciembre de 2018

Mientras íbamos por la ruta, le contaba lo duro que fue este invierno, de lo jodido que se habían puesto los caminos. Le decía que lo mejor es ir escuchando algo de Pink Floyd, de Deep Purple y por supuesto, algo de don Hugo Giménez Aguero. Que te pintan los paisajes tal cual son. Le contaba de las nubes, lo de sus formas, de sus distintas tonalidades. Al llegar, el gallito nos recibió con su canto. No fue casualidad: tiene esos gestos con los invitados. Le mostré los primeros brotes de las flores. Le decía que últimamente paso mucho tiempo allá, que había sido una bendición encontrar ese lugar, que siempre encuentro algo para hacer. Que nos estábamos juntando con los vecinos para tratar de que llegue el agua, que ya habían empezado a hacer los pozos. Que las garrafas de gas las reparten dos veces en la semana. Le contaba de las liebres, de los caballos, de los coirones, de los calafates. De lo mucho que cuesta plantar un rancho en medio del desierto. Le decía que hacía mucho tiempo no sentía el viento tan fuerte. El desierto es así -le decía- te pone a prueba constantemente.