Sobre Gorriones en la noche, de Jorge Curinao
Un sábado de septiembre de 2008, mientras buceaba en una biblioteca familiar, alguien me alcanzó un libro. Me dijo “mirá, leé esto”. Abrí y busqué una página al azar. Leí
BAJO
LOS PUENTES
Ahogarme
en hábitos medievales,
bajo una carroza
dispar.
Qué hago tan solo
hablando con mi tercer
silencio.[1]
El
libro se llamaba Sábanas de viento,
ganador del certamen “Mi primer libro” en 2006, y su autor era un tal Jorge
Curinao, joven poeta riogalleguense a quien yo no conocía. Semanas después, sí,
nos encontramos y charlamos sobre poesía y otras escrituras. Desde entonces, he
seguido su trabajo como artista hasta su publicación más reciente, Gorriones de la noche (2020).
Los
signos en la escritura de Jorge son la brevedad y la metáfora sobre lo cotidiano.
A partir de esos ejes construye meticulosamente imágenes potentes que se van
afinando más a medida que el poeta, con una delicada conciencia sobre su
materia, las revisa una y otra vez hasta llegar al punto deseado. Escapa de los
artificios retóricos porque entiende que la poesía es una de las tantas formas
de la verdad. Dialoga con su pasado, lo interpela y lo desnuda sin condescendencias
ni melancolías forzadas. A veces, los ojos que miran son los del niño asombrado
ante la imprevisibilidad de la vida; otras, los del hombre que busca conjugar
el tiempo en una línea incisiva. En cualquiera de los casos, la naturaleza de la
escritura se cifra en la necesidad de convertir en pulso y papel lo inasible.
Gorriones de la noche[2],
publicado por Remitente Patagonia a inicios de este año, es la síntesis de esta
estética y al mismo tiempo el punto de llegada en el camino trazado por el
poeta hacia la concisión, hacia la concentración de significaciones. Cuarenta
poemas que proponen un viaje hacia la profundidad de la experiencia humana en
clave de sencillez, en el que los sentidos trascienden la expresión y los
versos se vuelven álamo, flor, mar, cielo. Un yo que se vuelve cuerpo y luego
fragmento, una subjetividad que dialoga con la tradición poética más exquisita
de nuestro continente, que asiste al espectáculo de la naturaleza humana y del
amor como quien participa de un acto sagrado: todo ello sucede a medida que
transitamos el derrotero propuesto por Curinao. Sobre la cabeza del poeta que
mira y, al escribir, transforma, sobrevuelan como si fueran pájaros los signos
del tiempo. O quizás sean pájaros;
tal vez el poeta mismo acceda a esa metamorfosis y, consciente de su libertad, trascienda
los límites de lo humano y lo terreno. En esta obra, la noche conjura la
soledad y la convierte en recuerdos; el viento impulsa el movimiento creador y
–cómplice- vuelve susurros los gritos, nidos las heridas. El mundo natural, de
tan presente, se hace carne en el poema.
“A
veces me toco el corazón para saber que soy yo y no los otros” (p.11)
“De
mi corazón huyen pájaros que se estrellan contra su ventana” (p.16)
“Cambiar
de lugar las palabras y el silencio. Arroparse con los sueños de una lámpara
recién encendida. El que escribe amaina los vientos” (p. 34)
“Un
hombre entra en la panadería y dice Qué
vientito, eh, como queriendo decir Hay
golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!” (p. 41)
La
poesía de Jorge Curinao construye puentes entre las experiencias individuales y
las colectivas. Interpela nuestros sentidos y nuestra propia visión del mundo.
Propone realidades que a veces, de tan crudas, desembocan en el silencio.
Cautiva nuestra expectativa de lectores, porque cada nueva publicación es una
promesa cumplida de calidad y de disfrute. Gorriones
de la noche, en particular, nos lleva desde el primer momento a un lugar
muy cálido: el arte de tapa representa ese primer trabajo del autor, el chico
parapalos, que supo hacer poema la noche de humo y gritos del salón de bowling, en esa época en que los versos
ya le latían en el pecho, al borde de la explosión. Cuenta él mismo que las
paredes de ese lugar guardan no sólo los versos que escribía sobre ellas, sino
también su llanto el día que, allí mismo, se enteró que Sábanas de viento había sido seleccionado para su publicación: “Y ahí me quedé, sentado en el piso, llorando, mientras miraba los nombres de otros parapalos, escritos en las paredes sucias. Los originales de Sábanas de viento están ahí, en esas paredes (…) Ese día, el destino me hizo un guiño, un hermoso guiño” .
Hoy, catorce años después de aquella llamada
que marcó su vida para siempre, podemos asistir a la publicación de su sexto
libro, que se suma además a las múltiples antologías, selecciones y sitios
especiales que incluyen a este poeta como uno de los más representativos de
Patagonia. Disfrutemos de ese decir
tan singular con el que Jorge nos regala en cada nueva propuesta, seamos testigos
cómplices de su manera de construir el mundo: la invitación está extendida.
Patricia Vega
Julio de 2020
[1]
Curinao, Jorge; Sábanas de viento;
Municipalidad de Río Gallegos, Programa “Mi primer libro”, Río Gallegos, 2006,
p. 57
[2]
Curinao Jorge; Gorriones de la noche; Remitente Patagonia; Trelew, 2020.