Las teorías de Lunita, mi sobrina nieta, no admiten remates. El otro día, mientras compartíamos una taza de arroz con leche, le contaba de mis años en el comedor escolar, del rezo antes del plato de comida. Ni bien terminé de contarle mis hermosas anécdotas, me miró y me dijo: "Con razón cantás tan mal, tío".