sábado, 6 de agosto de 2022



Escribí mi primer libro en las paredes de un bowling, literalmente hablando. Aquí no hay metáforas. Lo escribí mientras paraba esos benditos palos hasta cualquiera hora de la madrugada, el trabajo más marginal de todos y que hice durante un poco más de 5 años (temporada 2001-2006, turno noche). Ese lugar era una caverna, pero me gustaba. No tenía ventanas, pero sí puertas que se abrían al mundo cada vez que cerraba los ojos y escuchaba el viento de la noche. Ahí estaba, saltando de la cancha tres a la cuatro, cuando me llamaron para avisarme que mi libro había sido seleccionado para ser publicado en el concurso local de poesía. Cómo no recordar aquella tarde noche si sentí, por primera vez, que tocaba el cielo con las manos. 
Ayer, luego del trabajo con los niños, pasé por Aluén, la librería de usados más linda de Patagonia. Mi querido amigo Pajarito me tenía guardado este "palo grande" que tengo en mis manos, y que ahora formará parte de mis incunables.
Algún día se tendrá que conmemorar el Día del Parapalo, uníos del mundo. 

León ya lo hizo canción: