Ahora que lo recuerdo, mi primer libro lo escribí mientras paraba palos de bowling en el club Los Indios. Nunca más exigí a mi cuerpo a ese límite: pasaban y pasaban las horas y yo seguía saltando casi sin poder descansar. Algo que me hacía bien -y lo sigue haciendo- es escuchar música. Discos, no canciones sueltas. La poesía de Gieco, en aquellos años, fue mi gran compañía.
Hoy cumple años el gran León. Es bueno contar estas intimidades.