Se acabó el sueño mundialista. Alemania nos pintó la cara y nos hizo cuatro. No era chamuyo.
A pesar de todo y de todos, yo banco al Diego a muerte. Es mi deseo que siga conduciendo los destinos de la Selección y que ganemos la Copa América del próximo año. A esta altura, me conformo con eso.
El problema del fútbol argentino va más allá de lo estrictamente futbolístico. El problema del fútbol es de orden estructural. Un ejemplo: los jugadores se van a Europa cada vez más jóvenes, sin tiempo previo de maduración. Conclusión: el mercado hace su negocio y nosotros, nos quedamos pagando. Nos quedamos con las ganas de ver y desarrollarse a jugadores de calidad. Así, lentamente, vamos perdiendo identidad de juego.
La llamada “crisis de talento” no es más que un fiel reflejo de nuestro fútbol.
Ya lo había advertido la brujita Verón, a poco de lograr la clasificación al Mundial: “Hay cosas que tienen que cambiar”. Y nada cambió.
Al final, el pulpo tenía razón.