Estuve escribiendo poemas durante unos 10 años, y por vergüenza, no le contaba a nadie, salvo a Guillermo, mi hermano. Cuando la conocí, mientras estudiábamos el Magisterio, sentí necesidad de contarle todo, de contarle que escribía y de que eso me hacía bien, me sanaba el alma. Y en nuestras charlas, las más lindas del mundo, me daban ganas de leerle poesía. No me gusta leer en público ni esas cosas, pero con ella todo es distinto. Esas tardes fueron únicas, hermosas. Por eso Los álamos cantan en el viento está dedicado a vos. Porque nunca voy a terminar de agradecerte todo lo que hiciste en mí, porque me sanaste el alma. Espero que te guste.